martes, 3 de noviembre de 2009

Renglones decadentes

Sí, la llamé sólo porque deseaba escucharla. Hubo larga espera en el teléfono, pero yo estaba segura de que valía el acortamiento de mi crédito. Segura.. en fin, no crearía una entrada para hablar de créditos y teléfonos, aunque pueda ser más interesante y mucho más informativa que unos renglones redactados por un "alguien sin su alguien". 
Había evocado que hace unos días coloqué mi cabeza sobre su hombro, pensé con tristeza que ella mañana no recordaría ese momento, aproveché entonces para sufrir sobre su mano acariciando mi rostro. Yo sé que no sabía mi nombre, en el mundo en el que estaba ahora no sabía mi nombre, así que se lo repetí hasta creerme que por unos minutos no lo olvidaría, y así fue. 
Son más en esos días de supuesta autosuficiencia, cuando los muertos más vivos en mi actuar me dan grandes lecciones. 
Pensaba que sería otra noche más en la que me tocaba ir a dormir sin que nadie se diera cuenta. Conservo lo extraño del momento. Derrepente y tan cambiante como mis estados de ánimo las personas comenzaban a mirarme diferente, existieron gestos, palabras y juegos para mi. No termino de asimilarlo, pero tampoco me nieguo los pocos momentos de cercanía a la felicidad. 
Hoy nadie habló de mi en la mesa, este bien o mal, yo me sentí grande y acabada. Se me pasaba todo un discurso, tantos fragmentos que había guardado pero caí otra vez en persona. Pronuncié un "buenas" al que encontré sorprendida muchas respuestas, a pesar de eso no podía quitarme la tristeza de los pensamientos. Observé mi alrededor, mi futuro se estaba perdiendo frente a un campo de discusiones, heridas y... enfermos. 
Entonces me sente a escribir mientras hablaba con ella por teléfono, y aunque en esta nueva oportunidad tampoco recuerde mi nombre, eran suficientes sus ancianas oraciones recordándome que tú tampoco me olvidaste, diciéndome cuanto me quiere aún cuando no puede calcular mi edad. Siempre seré distinta en su melancólica memoria y en la tuya. 
Y a ustedes supuestos cuidadores, que nunca llegarán a conocerlos sólo les diré que gastan en ganas al tratar de dañarlos, quizá lloren hoy pero para más tarde, ellos regresarán a su mundo, lo olvidarán, ¡los olvidarán! pronunciaran una nueva y tranquila frase sin más reproche ni remordimiento.
Asegúrate de que yo no esté cerca mientras los maltratas, o mejor balanzearemos nuetras maldades y ya veremos si para mi alegría terminas enterrándome, porque yo me encargaré de hacerte vivir lo suficiente...

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